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El corazón tiene razones que el cerebro no entiende

“Entre un estímulo y nuestra respuesta existe un espacio. En él está nuestro poder para elegir la respuesta. Ahí radica nuestra libertad”.

Viktor Frankl

Según explican los manuales de Psicología, el ser humano busca lo que no tiene y necesita para existir.

La carencia nos provoca internamente desequilibrios y tensiones que se traducen en movimientos para conseguir del exterior, lo que nos falta dentro.

Una vez lo conseguimos la inquietud queda aplacada. Se recupera el equilibrio interior y cesa la búsqueda hasta otro sufrir un nuevo desequilibrio.

El placer es la gratificación tras el esfuerzo.

El deseo es pues la necesidad de suplir una carencia y el placer, el estado de satisfacción tras restablecer el equilibrio en aquello que nos falta.

Todo ese proceso se produce una y otra vez mientras vivimos.

El apetito del deseo humano no acaba con la satisfacción de la necesidad, sino que aumenta.

Cuantos más deseos satisfagamos, más deseos generamos.

Hablamos de dopamina, la hormona del placer.

La imaginación humana espolea el instinto de poder y de vida hasta querer abarcarlo todo, poseerlo todo, estar en todo.

Cuando la necesidad y el sentimiento de carencia es muy grande y continuado, el apetito se vuelve insaciable.

Y en ese proceso intervienen decisiones que la mayoría de las veces las gobiernan las emociones.

LAS DECISIONES QUE POR EMOCIÓN SE IMPONEN A LA RAZÓN

Las emociones tienden a prevalecer e imponerse sobre la razón.

La causa general es que somos más corazón que cerebro. Y esto puede afectar gravemente a nuestras decisiones.

Por lo ya dicho en el anterior post.

No somos animales racionales que experimentamos emociones.

Somos seres emocionales con capacidad de razonar.

Los seres humanos somos una amalgama de percepciones a partir de todas las emociones y pensamientos que experimentamos.

Todos estos elementos conforman una unidad y da como resultado:

  • Una forma de ser
  • Una manera de actuar en el mundo

Nuestra mente es extraordinariamente poderosa y hábil para dirigir nuestra conducta.

Gracias a ella realizamos todos los procesos de pensamiento racional, pero también en ella inciden unas fuerzas extraordinariamente poderosas: las emociones.

Somos razón y emoción

Fuerzas que en ocasiones apuntan hacia el mismo lugar, pero que en otras se enfrentan y nos obligan a tomar una decisión.

Tenemos la opción de “seguir a nuestro corazón” o de hacer caso a la lista de pros y contras que debemos evaluar con nuestro cerebro (mente).

La mayoría de estudios aseguran que, por lo general, ganan las emociones.

Esto es científicamente así porque la razón ocupa un nivel superior en la escala de elaboración de las experiencias subjetivas.

 

Necesitamos más experiencia, más tiempo y un grado mayor de habilidad para poder elaborar un razonamiento, que para experimentar una emoción y dejarnos llevar por ella.

Esa es la razón por la que la emoción se impone.

LAS DECISIONES QUE PROVIENEN DE LAS EMOCIONES

 

“Emoción”, etimológicamente significa: “movimiento o impulso”; “aquello que me mueve hacia”.

Las emociones son pues experiencias subjetivas que nos inducen a actuar.

Nacen básicamente de las percepciones frente al mundo, antes que de un razonamiento como tal.

Simplemente, algo que se percibe como beneficioso, desata emociones de agrado.

Igual ocurre al contrario.

Si algo nos desagrada… ¡huimos!

Muchas de las conductas humanas dependen pues de las emociones.

Estas, pueden ser trascendentales o cuando menos, tienen un gran peso en las decisiones que tomamos.

En la mayoría de los casos son determinantes.

El miedo, la vergüenza y el orgullo son emociones que hacen muy manipulable al ser humano y condicionan nuestra vida de una manera en ocasiones, dramática.

LAS “DECISIONES” CON ORIGEN EN LAS EMOCIONES

 

Las emociones son intrínsecas al ser humano y van inmersas en nuestros juicios y deliberaciones.

Forman parte esencial de los actos de nuestra vida y existen muchos ejemplos cotidianos.

Por ejemplo, cuando alguien piensa que debe ser más tolerante, pero llegada una situación concreta explota y se olvida de su buena intención.

Nos ha pasado a todos.

Es decir, se impone nuestro corazón a nuestra razón y el caso es que como las emociones obedecen a causas que desconocemos, resultan en ocasiones incontrolables.

Por ejemplo, no sabemos exactamente por qué llegamos a sentir un gran enfado cuando nos vemos atrapados en un atasco, si nuestra mente nos dice que no podemos hacer nada para evitarlo, más que ser pacientes y tomarlo con resignación.

Las emociones forman parte de una zona de nosotros mismos que resulta difusa y a veces incomprensible. Todavía hoy, poco conocida por la ciencia.

Por ese motivo nos asusta saber que el poder de las emociones viene dado por lo indefinido de su origen y su desarrollo.

Solo sabemos que en el fondo de cada emoción lo que toma forma son nuestros instintos… de conservación, de preservación de la especie, de defensa, de ataque, etc.

LAS DECISIONES CONCILIANDO EMOCIÓN Y RAZÓN

 

No existe una frontera tajante que separe emoción de razón.

Se trata de dimensiones del ser humano que están siempre actuando conjuntamente.

Las emociones dan lugar a determinados pensamientos y estos a su vez, hacen nacer las emociones.

EMOCIÓN   >>>  PENSAMIENTO  >>>  MÁS EMOCIÓN

 

Es decir las emociones se retroalimentan a sí mismas a través de los pensamientos.

Por tanto, toda emoción es “sentida” y después “pensada”, en alguna medida.

Cuando pensamos poco la emoción, las acciones suelen ser confusas y las decisiones erráticas.

Cuando el razonamiento predomina, permite tener una experiencia de la realidad más profunda y equilibrada.

 

La emoción poco tamizada a través de la razón da lugar a una percepción distorsionada de la realidad

 

Las decisiones en ese caso suelen dar malos resultados, por precipitadas.

Pero es que además, quienes se dicen “altamente racionales” no escapan a esa lógica.

Si analizamos con detenimiento la negativa a permitir que las emociones se cuelen en nuestra vida, con seguridad el motivo es paradójicamente el miedo a “perder el control” que supuestamente decimos creer tener.

Es decir, el miedo como emoción más poderosa.

De igual manera, imaginar acciones puramente emocionales, sin un ápice de razón, nos conduciría al absurdo.

El ser humano no puede renunciar a la corteza cerebral, a menos que sufra una lesión o inhiba las funciones cerebrales mediante algún químico. O sea no puede dejar de ser racional y pensar.

LAS DECISIONES “PENSADAS”: LOGRAR EQUILIBRIO ENTRE RAZÓN Y CORAZÓN

 

Las emociones no tienen por qué ser “erradicadas”, ni tienen por qué ser negadas o desvalorizadas.

Al contrario, tienen un papel muy relevante.

Son importantes y necesarias porque nos definen como seres humanos y forman parte de un valioso bagaje subjetivo que contribuye a otorgar significado a nuestro mundo.

Somos humanos precisamente porque tenemos emociones y sentimos. Si no, seríamos robots.

Sin embargo, lo ideal es no limitarse a experimentarlas y mucho menos no decidir nunca de manera exclusiva con base en ellas.

Se hace necesario pasarlas por el tamiz de la razón y por así decirlo “reflexionar sobre ellas”.

El punto de equilibrio se alcanza cuando somos capaces de estar atentos a lo que sentimos (no con el objetivo de defendernos de ello) sino con el propósito de canalizar esas mismas emociones de modo que sean provechosas.

Lo determinante es que las emociones no nos influyen más que la razón con origen en estar en una zona de nuestro cerebro más primitiva y, por tanto, más profunda.

Por eso se dice que las emociones se hallan en la base de todo lo que somos.

La razón en cambio es como un cincel con el que se pueden pulir esas emociones para pacificarlas y permitir que nos ayuden a llevar una vida mejor.

¿LA DECISIÓN RACIONAL O LA EMOCIÓN RAZONADA?

 

¿Decisiones emocionales o decisiones racionales?

¿Decidir con la mente o decidir con el corazón?

¿Cabeza fría o corazón caliente?

Esa es la cuestión.

Es como si tuviéramos que lidiar a diario con dos opciones vitales que, de una u otra forma, influyen en nuestra realidad.

De algún modo así es.

 

Las mejores decisiones se toman siempre sintonizando la lógica con la emoción, la intuición con la experiencia

A menudo, nos decimos a nosotros mismos que hay cosas que es mejor decidir con la cabeza fría y no con el corazón, pensando que, con ello, acertaremos en esa elección.

Nadie actúa ni decide solo a través de sus emociones o mediante el filtro exclusivo compuesto por la lógica más fría, objetiva y razonable.

Nuestro cerebro, en realidad, es un órgano hiperconectado: toda área y estructura tiene un vínculo con las demás.

Así, la corteza prefrontal (vinculada a las funciones ejecutivas más complejas, basadas en el análisis, la atención o la reflexión) mantiene una conexión constante con esas áreas más profundas del cerebro relacionadas con las emociones.

Por tanto, el mundo de los afectos y sentimientos está presente en cada decisión y, a su vez, en cada elección meditada y razonada, se halla la impronta de las emociones.

Ahora bien, a pesar de la existencia de ese puente donde la información fluye entre una esfera y otra, existe una particularidad que no podemos obviar.

Las emociones siempre tienen prioridad

 

El ser humano es, por encima de todo, una criatura emocional y eso nos coloca en más de una encrucijada.

LAS DECISIONES TOMADAS POR LAS EMOCIONES TIENEN MALA PRENSA

¿Cuál es el motivo?

Porque existe la creencia extendida de que si nos dejamos llevar por ese primer impulso, por la necesidad (supuestamente no razonada) o por la intuición,  erraremos.

No obstante, y por irónico que nos parezca, gran parte de las elecciones que hacemos en nuestro día a día, son emocionales.

De hecho, como ya vimos en el POST anterior, gobiernan la mayoría de nuestra conducta.

Y si no, ¿cuantos de nosotros no llevamos a gala ser muy intuitivos y presumir de que se nos da y resulta bien?

Admitámoslo, actuar movidos por las emociones no nos conduce necesariamente al error

 

Las emociones son catalizadoras en nuestras relaciones, nos empujan a conectar con las personas y nos permiten también hacer elecciones en distintas áreas para que gustos, personalidad y necesidades, estén en sintonía.

Las emociones al fin y al cabo solo desean nuestra homeostasis, es decir, garantizar nuestro equilibrio interno y cómo no, nuestra supervivencia.

Es más, existe ya una tendencia en el mundo académico que nos invita a corregir una idea falsa:

Aquella que vincula o relaciona las decisiones emocionales con actos irracionales.

Estudios, como los llevados a cabo en la Universidad de Columbia por el doctor Michel Puan, nos indican que debemos dejar de concebir lo emocional y lo racional de manera separada.

Dicho de otro modo, las emociones también pueden ser lógicas y racionales.

Ahora bien, hay claras y evidentes excepciones.

Hay momentos en los que tomamos decisiones partiendo de estados emocionales adversos.

Son esos momentos en los que no existe una homeostasis interna, sino más bien un problema no resuelto, una necesidad, una carencia no atendida que nos abocan a tomar elecciones erróneas. 

Debemos pues tenerlo claro.

Las mejores decisiones se toman cuando conjugamos lógica y emoción

 

Así, y para que ese pacto entre la una y las otras se lleve a cabo con eficacia, necesitamos que nuestras emociones se sitúen a nuestro favor.

Pero esto no siempre ocurre porque hay estados que nos recortan, que limitan nuestro enfoque mental: la tristeza; la excitación; la ansiedad…

Lo más importante de todo es no actuar de manera impulsiva, sino sintonizar necesidades con deseos, experiencia con intuición.

Por tanto, EMOCIÓN y RAZÓN nunca pueden ir por separado pues trabajando juntos son los motores que nos ayudan a darle sentido y propósito a nuestra vida.

¿Entiendes ahora por qué es tan importante que los TEXTOS de tu WEB toquen la EMOCIÓN de los que la visitan y la leen?

Sin COPYWRITING en los mensajes y contenidos de tu tienda online no vas a lograr llegar a influir en la toma de DECISIÓN de tus visitantes y potencial público.

El texto de tu web tiene que evocar y despertar simpatía en el lector hasta llevarle a DECIDIR.

Esto es así porque, creo que debe haberte quedado claro que, se COMPRA por la EMOCIÓN

 

Cuando tomamos una decisión en una fracción de segundo, somos muy vulnerables a dejarnos llevar por nuestros estereotipos y prejuicios, incluso por aquéllos en los que no necesariamente creemos ni respaldamos.

Por eso, uno de los más grandes pensadores contemporáneos dejó dicho:

“Las grandes decisiones de la vida humana tienen como regla general mucho más que ver con los instintos y otros misteriosos factores inconscientes que con la voluntad consciente y bien el sentido de razonabilidad.” CARL GUSTAV JUNG